jueves, 29 de abril de 2010

Historia de una relación inescrutable.

El tiempo corría y la lluvia empapaba los rincones en las calles vacías en la ciudad, truenos retumbaban y aluzaban un segundo los edificios donde niños tomando chocolate se abrazaban desesperadamente a sus padres. Los perros ladraban y sollozaban como anunciando que ésta sería su última noche. Solo una persona era capaz de caminar tranquila sin temor a sufrir algún daño. Una gabardina larga, un sombrero tipo fedora, una mirada cansada lo acompañaba. Tras doblar en la esquina de la licorería observo una de las cosas más hermosas que pudo haber imaginado, tenia largos cabellos rojos que simulaban deshacerse con el rápido fluir del agua que golpeaba con una intensidad imponente; se resguardaba bajo un tejado de un establecimiento de mala fama, cuando el hombre se acerco se encontró con el brillo de los ojos de aquella dama, aquel resplandor inmenso termino por sedarlo y hacerlo sentir como si hubiese probado todas las cosas que el mundo tuviera que ofrecer. Por un momento la desesperación mezclada con la sorpresa y los nervios hicieron retroceder al individuo un segundo; tras un respiro avanzó con determinación, estiro las manos y presiono con mucha fuerza, observando cómo su respiración se hacía más frágil, más, más y más... hasta que cayó al piso arrodillado junto a un cadáver, presa de la fuerza de sus impulsos.

A. N.

miércoles, 28 de abril de 2010

Condicionamiento clásico

A Dulcinea...

El ferido de punta de ausencia, y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que además de ser fuerte es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, oh bella ingrata, amada enemiga mía, del modo que por tu causa quedo: si gustares de acorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto, que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo.

Tuyo hasta la muerte

Don Quijote de la Mancha